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sábado, 10 de abril de 2010

Testimonio Ricardo Muñoz

SINDICATO, EMPRESARIOS Y MILITARES

Ricardo Muñoz vino a Mar del Plata con 15 años del pueblo entrerriano Nogayá donde nació. En su juventud “con toda la rebeldía encima”, trabajó en la pesca y la construcción de manera alternativa. En uno y otro sector, luchó por reivindicaciones laborales. Corrían los primeros años de la década del 70, y la violenta antesala de la última dictadura militar buscó acallar cualquier intento de rebeldía.

Muñoz, apodado el Polaco, lo sufrió en carne propia. Sufrió una golpiza, fue amenazado por una patota sindical de la UOCRA y los militares irrumpieron una madrugada en su casa.

Su testimonio formó parte de una nueva audiencia del Juicio por la Verdad, convocada por la Comisión “Verdad, Justicia y Memoria” Mar del Plata, que cuenta con la representación jurídica de la abogado Gloria León. En su oratoria, Muñoz dejó constancia de la estrecha vinculación que existía entre el empresariado, la “burocracia sindical” y grupos de derecha, tanto en el ámbito de la pesca como de la construcción.

En 1973, Muñoz comenzó a trabajar en una fábrica de pescado situada en Champagnat y Belgrano. El triunfo de Cámpora les hizo creer que “habíamos tomado el poder”. “Error”, marcó enseguida el trabajador. La explotación a los obreros que le tocó experimentar fue contrarrestada con continuas protestas, que le costaron su puesto laboral.

En ese entonces tenía cuatro hijos y se estaba haciendo una humilde casa en Estado de Israel casi Matheu. Estuvo un tiempo con diversas changas. En 1975 se fue a trabajar a los hoteles de Chapadmalal, cuando comenzaron las refacciones. Aquel se transformaría en un lugar propicio para militar, según él mismo confesó. Allí fue golpeado y amenazado. En esa época había un conflicto tras otro. “Un día, un compañero que está desaparecido, el Bocha (Rafael) Garnica, pidió asamblea. La burocracia estaba comiendo un asado, tomando vino. ‘Ahora te vamos a dar asamblea’, le dicen”, señaló Muñoz.

Con garrotes y gruesos cables de unos cuatro centímetros de diámetro, “la burocracia sindical” se dirigió a los trabajadores. Muñoz se interpuso, apoyó una mano en el pecho del delegado, y enseguida recibió “un garrotazo por atrás” y un fuerte golpe con el cable en la cara, que le “reventó el tabique”.

A fines del 75, trabajando en el Bristol Center, en una asamblea se resolvió destituir al delegado que su vez era un puntero en la obra, Chamorro de apellido. Cuando se enteraron en la UOCRA, “el secretario general (Rubén, el Rulo) Maglione, me llamó a un lado y me rodearon entre cinco o seis. Mi dijo ‘mirá Muñoz, con vos no hay más palabras, así que dejate de joder’”. A los pocos días lo echaron. “Ahí está la relación de la burocracia sindical con los empresarios”, apuntó Muñoz.

Después de este episodio, le recomendaron vender su casa (“porque corría peligro mi vida”), y se muda a una vivienda que le había prestado “el Tano” Venturi –desaparecido en febrero de 1976-, quien lo alertó de un “caída grande” en la cual habían sido secuestrados varios de sus compañeros de militancia en el peronismo de base. Muñoz con su familia decide irse mes a Buenos Aires “para descomprimir un poco” la tensa situación que vivía en la ciudad.

Al volver, el obrero vuelve a la industria del pescado y alza una casilla de fibra de cemento en el barrio Cerrito – San Salvador. “Estaba exiliado dentro de mi ciudad”, explicó en su oratoria.

Muñoz, quien estaba cumpliendo un trabajo temporario en Apemar, fue despedido antes del plazo, y recordó: “Los que estaban en el Soip no simpatizaban conmigo”.

Luego ingresó como peón en Pescamar. Ya había sido instaurada la dictadura militar. Eran las cinco de la mañana de un día laboral cualquiera. El Polaco tomaba unos mates antes de salir a la fábrica bajo una lámpara a kerosén cuando un grupo de militares del Ejército irrumpió con fusiles en su vivienda y rodeó todo el barrio. “Sentí terror”, rememoró Muñoz. Los uniformados ingresaron a la pieza donde estaba su mujer, y a la habitación donde estaban sus cuatro hijos –el más grande de 7 años-, su suegra y un sobrino. Aún no comprende cómo no se lo llevaron. El puerto marplatense cuenta hoy con 40 desaparecidos. Los militares no regresaron más a su domicilio.

Cuando trabajaba en el pescado conoció a un matrimonio recién llegado de Bahía Blanca. Ellos se presentaron como Mónica y Carlos, pero se estima que puede tratarse de Raúl Guido y Silvia Giménez, ambos del ERP. Esta pareja fue secuestrada el 19 de junio de 1976, y luego trasladada al GADA y al Pozo de Banfield. El cuerpo de la mujer, quien habría estado trabajando en la industria del pescado, fue reconocido en marzo de este año.

Ricardo Muñoz hoy es parte de las listas negras que circulan entre los empresarios de la pesca. Quienes allí figuran, tienen el acceso prohibido a las plantas porque alguna vez lucharon por sus derechos, “porque nos oponemos al trabajo en negro y queremos estar registrados”, explicó el Polaco. “Y hoy estamos como en el 73, aunque antes no teníamos a la policía como ahora”, señaló el obrero.