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viernes, 7 de mayo de 2010

Testimonio Lito Corbalan

AUDIENCIA DEL JUICIO POR LA VERDAD DIA 18 DE DICEMBRE LITO CORBALAN

Carlos Alberto Corbalán estuvo siete años detenido. Desde 1975 y hasta un año antes de que finalice la última dictadura cívico militar, el militante de la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP) pasó por una comisaría de Tandil, las cárceles de Azul y Sierra Chica, y la Unidad 9 de La Plata. Su mujer y su padre también fueron secuestrados, y sus hijos permanecieron desaparecidos por 20 días en el hospital tandilense. Las torturas sufridas aún lo atormentan, pero la valentía de su testimonio, vertido en una nueva audiencia del Juicio por la Verdad convocada por la Comisión por los Juicios Verdad, Justicia y Memoria, fue en homenaje a "la lucha de muchos compañeros" que aún se encuentran desaparecidos.
LUCHA Y PERSECUSIÓN
Su militancia comenzó cuando tenía apenas 16 años en el Sindicato Obrero de la Industria del Pescado. Bajo la conducción de Saravia habían conseguido un convenio, que luego el dirigente quiso modificar "cuando logró poder". Los enfrentamientos "con la burocracia sindical" se intensificaron a partir de la década del 70 cuando Corbalán ya era delegado en la fábrica Galeoti y militaba en la JTP. En 1975 se logró el convenio que aún hoy se intenta reinvindicar, pero junto con ese logro, se intensificó la persecución a los obreros en lucha que se había desatado con anterioridad.
A mediados de diciembre de 1974, una madrugada entre cuatro y cinco uniformados de la Policía Federal irrumpieron en la vivienda de los Corbalán, situada en avenida 39 4551, que ya había sido tiroteada "por el enfrentamiento sindical con el SOIP". El operativo estuvo a cargo de un Coronel. Si bien no pudo especificar el nombre, el trabajador recordó su voz ronca, y que su padre le había advertido su parecido al General Vignone. Esa misma noche también fueron secuestrados Cartas, quien era secretario de Minas y Canteras, Virteski, y el trabajador portuario Albornoz. Corbalán padre permaneció tres o cuatro días secuestrado. "Me dijo que hablaban de que se habían equivocado. Esa madrugada yo no estaba en casa", relató "Lito", como lo apodan. Los cuatro fueron abandonados en un descampado. Pero el padre de Corbalán sería nuevamente secuestrado días después.
El episodio impulsó a su papá a irse al sur, y él debió marcharse a Tandil. "Me buscaban", afirmó el militante de la JTP. Y ante la consulta del Tribunal, precisó: "Calculo que las tres A".
SU SECUESTRO
En agosto de 1975 cuando Carlos Corbalán había ido hasta la casa de una compañera en Tandil, donde estaba trabajando en una metalúrgica, para contarle a la madre que su hija había "caído" por una pintada, personal de la policía bonaerense allanó la vivienda y fue detenido.
Enseguida, el militante de la JTP fue trasladado a una comisaría situada en la calle España de esa localidad, y luego llevado a otra dependencia policial, cuyo comisario le dijo que él "ya no respondía por mi seguridad" y que "había gente que quería interrogarme".
La consecuencia fue inmediata. "Soy encapuchado y torturado con picana", relató Corbalán. Las preguntas y las torturas se extendieron hasta la madrugada. Fueron interrumpidas cuando apareció el Oficial Cruz, un "policía político de Mar del Plata", perteneciente a la comisaría tercera. El uniformado, al verlo, le dijo: "Vos sos Lito Corbalán". Y enseguida apareció el coronel de voz ronca, quien fue el encargado de interrogarlo y además le mencionó el secuestro de su padre.
La tortura continuó. "Hablá que tenemos a tu familia", lo amenazaron. Cuando Corbalán pidió una prueba, trajeron a su mujer y sus dos hijos de 2 y 3 años. Luego le preguntaron dónde estaban los explosivos y las armas, él les indicaba un lugar de la casa, iban, no las encontraban, y volvía a ser torturado. En Tandil le hicieron firmar una causa "por explosivos, robo de armas, ataques…".
Después de un paso por el calabozo, donde no pudo siquiera ingerir agua por el efecto de la picana, fue trasladado a la cárcel de Azul. Allí, el titular de la unidad penitenciaria, dijo que no podía dejarlo ingresar por su desmejorado estado a causa de las torturas, e hizo firmar una constancia. Corbalán tenía marcas de la picana en la zona de los genitales, en las axilas, en el ojo, y además un brazo quebrado.
En esta localidad bonaerense, junto a su mujer que también fue llevada a Azul, solicitaron una audiencia con el Juez Mesa para saber dónde estaban sus hijos. Después algunas semanas de averiguaciones, se supo que estaban en el Hospital Santa María de Tandil. "Estuvieron ahí 20 días desaparecidos", apuntó.
Su mujer, después de 6 meses, fue sobreseída y sin embargo, no fue liberada. De Azul fue trasladada a la cárcel de Devoto, donde permaneció cerca de 5 años. Corbalán debió defenderse de las cinco causas en su contra sin ningún abogado. Su itinerario por las cárceles de la dictadura continuó en Sierra Chica (Olavarría) –después de ser llevado dos días a otro sitio en Azul que no pudo precisar- y finalizó en la Unidad 9 de La Plata. Tras dos años de estar detenido, a fines del 77, Corbalán también fue sobreseído y puesto a disposición del Poder Ejecutivo, pero le fue negado el derecho de opción y permaneció detenido hasta el 82.
"SANCIONES INTELECTUALES"
El régimen carcelario en Sierra Chica era "terrible" y "tenía mando hasta el barrendero", relató Corbalán. Era también el "más rígido"- recordó- tanto en el trato como en la comida, y lo graficó con un ejemplo: "Si pedías un turno al dentista para el arreglo de una caries, te sacaban directamente dos dientes".
Al llegar a la Unidad 9, el militante señaló que iban a visitarlo militares y autoridades penitenciarias de la denominada Comisión Investigadora, a cargo de Sánchez Toranzo "para ver en qué estado ideológico estabas". Los uniformados, dispuestos en una mesa en "U", pretendían hacerle firmar un escrito que decía "que yo no era terrorista, y mi compañero de celda sí". De esa manera, les decían, mejoraría el régimen o saldrían antes. Corbalán aseguró que eran pocos los que firmaban. Él se negó por "orgullo personal", y los "castigos" vendrían enseguida. El obrero recordó también que había "sanciones intelectuales".
En 1982 salió de la cárcel con libertad vigilada. De regreso en Mar del Plata, debía acudir cada tres días a la Unidad Regional, situada en Entre Ríos y Gascón, y presentarse ante Fuster e Impari. En una oportunidad, relató Corbalán, éste último le preguntó: "¿Usted es el delincuente terrorista Carlos Alberto Corbalán?". El hombre que hoy integra la Comisión Memoria Portuaria, le dijo que era "el ciudadano Carlos Alberto Corbalán". Después de un par de entredichos, ambos terminaron tomando mate en la cocina de la dependencia policial. Allí Impari "me dijo que nunca más iba a participar con militares" y que "se había equivocado".
"ESA ERA MI CASA"
Años después quedar en libertad, charlando con una compañera, en una local partidario, Lito Corbalán, supo que la mujer vivía en el chalet de la avenida 39 donde él habitaba con su familia. Después de que ella le diera la dirección, él respondió: "Esa era mi casa".
Antes de irse de la ciudad, su padre se había puesto en contacto con una inmobiliaria con la intención de vender la vivienda. Corbalán dijo que fue "una venta condicionada, aprovechada por la situación". Y que después de firmar los papeles, recibió una suma de dinero con la cual "no pudo comprar ni una moto".
El hombre que se hizo cargo de ella hacía traslados para la policía, es actualmente el titular de la propiedad. El papeleo de la transacción está fechado en 1976.
Después de declarar por cerca de una hora, decidió añadir una última cuestión. "Este espacio es gracias a la lucha…". No pudo terminar la oración y rompió en llanto. Después de secar sus ojos y beber un poco de agua, finalizó –señalando el listado donde figuran los hombres y mujeres desaparecidos del puerto-: "… es gracias a la lucha de muchos compañeros".