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sábado, 10 de abril de 2010

Testimonio Edgardo Gabbin

MIÉRCOLES 10 DE OCTUBRE DE 2007

JUICIO X LA VERDAD TESTIMONIOS MES DE NOVIEMBRE

Convivir con sus verdugos

Edgardo Gabbín abandonó la colimba antes de tiempo y se volcó de lleno a su militancia política y social. Meses después, uno de los cabos primeros de la Armada, de nombre José, lo reconoció en un partido de fútbol donde era árbitro, lo mandó a llamar al vestuario, y lo llevó hasta su casa a bordo de un Peugeot verde claro, junto con “gente de la Base Naval”. Cuando lo dejan en su vivienda, después de advertirle que tenía problemas por haber desertado, le dieron una dirección donde debía acudir.

Gabbín fue. Era un domicilio del barrio San Carlos, donde lo recibió José junto a otras dos personas. Le dijeron que estire las manos y le pusieron un par de esposas. Al rato, lo llevaron a la ESIM, donde él prestaba servicios, y luego fue trasladado a la Base Naval. El último viaje debió hacerlo tirado en la parte de atrás del vehículo. “Lo que era solucionar un trámite pasó a ser un secuestro”, relató el hombre en una nueva audiencia del Juicio por la Verdad, convocada por la Comisión por los Juicios Verdad, Justicia y Memoria, que cuenta con el respaldo legal de la abogada Gloria León.

Antes del episodio del fútbol, Gabbín relató que en 1975, durante una fiesta en el barrio General San Martín, en la que había unos 40 compañeros, hubo un gran operativo policial a cargo del comisario Maití, según lo revelado por el testigo Alejandro Lamtzev, en la última audiencia. Se trataba de una reunión de la Coordinadora que nucleaba a obreros de la pesca, la construcción u las canteras. Hombres y mujeres fueron detenidos y trasladados al destacamento Peralta Ramos, y unos cinco fueron luego llevados a la seccional primera, donde permanecieron unos 30 días. La causa se llamó ‘Lamtzev y otros’, y el fiscal que intervino fue Gustavo Demarchi. “Decían que buscaban estabilizar la democracia, y que nosotros nos organizábamos para ir contra el gobierno democrático”, apuntó Gabbín.

SU PASO POR LA BASE NAVAL

Corría el año 1977. Gabbín confesó que “todavía no nos dábamos cuenta de la masacre que estaban haciendo”. Al llegar a la Base Naval, el militante estaba encapuchado y las esposas bien apretadas. Lo llevan a un calabozo y es salvajemente golpeado. “Me dicen zurdo y me agarran a patadas”, rememoró.

Cada mañana en el centro clandestino de detención era despertado con agua, la única comida que ingería era un mate cocido y un trozo de pan al levantarse y antes de dormir. Cerca del 20 de enero lo sacan del primer espacio donde estuvo detenido, y por un pasillo, lo trasladan a una segunda celda. Desde allí, logró ver en el exterior un Falcon azul que traía una chica claramente lastimada y renga, y un Falcon verde, donde era trasladado un muchacho. En los interrogatorios se les exhibía fotos de jóvenes y se le preguntó por “la Gallega”, “Perico”, “Cabezón”, entre otros.

En una oportunidad, recordó, se hizo presente un cura. Si bien él no tenía religión, le mencionó al sacerdote: “‘Ya no creo en Dios, me ha abandonado’”. La autoridad eclesiástica sólo atinó a regalarle una pequeña Biblia.

Durante su detención en la Base Naval sufrió cuatro graves sesiones de tortura, e incluso en la tercera fue sometido al ‘submarino’.

La noche de la última golpiza fue desvestido y por dos semanas permaneció sin ropa, arropado sólo con una manta marrón, hasta que un día le trajeron ropa limpia y lo afeitaron. Con la intención de secuestrar más gente, enseguida lo llevaron hasta un café situado en 12 de Octubre casi Edison “como pajarito llamador”. Permaneció sentado en una mesa por dos o tres horas, y “por suerte no llegó nadie”.

Luego, fue trasladado, a bordo de un AMI 8 rojo, a Buenos Aires, específicamente a la dependencia de la policía naval situada en Antártica 643. Allí le comunicaron que estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. El encierro se tornaba insoportable y solían tomar pastillas “para no pensar”.

Un día decidió lastimarse para poder ser trasladado al hospital y fugarse. Después de quebrarse dos dedos del pie con el peso de una cucheta, fue enyesado en el nosocomio Naval y atado a la cama con esposas, por lo cual el escape se vio frustrado. Cuando lo llevaron nuevamente a la cárcel, no lo pudieron tomar en su estado, pasó por el décimo piso del edificio Libertad –sede mayor de la Armada- y volvió entre 20 y 30 días a su casa con arresto domiciliario.

Al regresar a Buenos Aires Gabbín fue llevado de vuelta al edificio Libertad, y luego estuvo encerrado en la sala de máquina de un barco en Puerto Belgrano. La desesperación lo llevó a pensar en quitarse la vida en más de una oportunidad.

Después de un paso por el cuartel base, a mediados de febrero de 1977, quedó en libertad. Enseguida se tomó el micro Pampa hacia Mar del Plata. Al llegar, se encontró nuevamente con José y otros dos sujetos. Lo estaban esperando en la terminal de ómnibus local. Le dijeron que no pisara más Batán, que iban a saber de sus actividades.

LAS MISERIAS DE LA IMPUNIDAD

Gabbín no contuvo su bronca cuando recordó que los verdugos de su pasado, mantienen su nombre limpio en la actualidad. “José es hoy un reconocido fomentista. Es un h… de p… que se pasea por la ciudad… y la sociedad, nada”.

Al finalizar la audiencia pública, los integrantes del Tribunal Oral Penal Federal Nº1 pidieron una reunión en privado con Gabbín. La intención es orientar una investigación penal